Tenemos necesidad de alimentar nuestra individualidad y contar con un espacio propio que nos permita disfrutar de tranquilidad y privacidad. Todos, incluidos los niños, precisamos de ese espacio donde reposar y descansar. Esto nos aporta seguridad y un refugio emocional para encontrarnos con nuestra propia soledad tan necesaria.
La zona privada de cada persona limita con el exterior, nos permite tomar conciencia de nosotros mismos y decidir cómo queremos relacionarnos con los demás. Marcar bien los límites nos permite conocer los de los demás y así no invadir los espacios ajenos. Se trata de desconectar del exterior para encontrarnos.
Proteger nuestra intimidad
El espacio propio es un lugar en el que estamos solos y conscientes de esa soledad. A veces queremos escapar de nosotros mismos y nos rodeamos de gente pero, por el contrario, a veces simplemente nos relacionamos por cortesía pero sin mostrar nuestra intimidad, no nos mostramos tal cual somos.Por supuesto, no vamos a ofertársela a cualquiera. Ahora bien, tengamos presente que en la medida que dispongamos de nuestro espacio personal, podremos ofrecer con más garantías el acceso a las personas con las que creemos que merece la pena compartirlo.
Nuestra intimidad no debemos ofrecérsela a cualquiera y debemos transitar entre lo público y lo privado todo el tiempo. Somos parte del mundo pero necesitamos nuestro pequeño espacio íntimo.
Nosotros decidimos qué cosas, en qué momento y con quién compartir qué zonas de nuestra intimidad. Lo saludable es que haya varias personas en nuestra vida con quienes podamos hacerlo.
Con tantas obligaciones que tenemos en nuestra vida diaria, le prestamos más atención a las necesidades de los demás que a las nuestras. El tiempo que necesitamos está esperándonos y hace falta para que crezcamos y podamos servir mejor a nuestros seres queridos.