La muerte: Un hecho inevitable que debemos asumir

La muerte: Un hecho inevitable que debemos asumir

Cuando nos hacemos adultos aprendemos a familiarizarnos con el dolor y el sufrimiento, debiendo soportarlo y afrontar la muerte como un proceso natural. Cuando somos niños, vamos a cumpleaños y bautismos; en la adolescencia y juventud, a casamientos, fiestas juveniles y muchas actividades sociales amenas.

Pero al hacernos adultos, nos acostumbramos a ir a velorios y entierros de seres queridos, conocidos o familiares. Lo que más nos desconcierta es que la muerte casi siempre nos sorprende, es como si no estuviéramos preparados para asumirla como hecho inevitable.

El duelo y sus manifestaciones

Los síntomas de una persona afectada por la muerte de alguien querido son característicos y siguen una serie de etapas para asumir la pérdida. A veces se presentan otras dificultades que frenan el proceso pero puede superarse con un planteamiento y apoyo adecuados. Somos seres inteligentes con un gran instinto de supervivencia y sabemos reaccionar ante las dificultades y sobreponernos a ellas y, si no, aprendemos. La vida continúa y una correcta elaboración del duelo permitirá continuar la vida normal.

Los síntomas son parecidos a los de las depresiones mayores: Tristeza, trastorno del sueño, alteración del apetito y la libido, pérdida de peso. Disminuye el interés por el mundo exterior, sobre todo en lo que recuerda a la persona fallecida. Y sobreviene el desinterés por el trabajo, por encontrar nuevas relaciones, angustia, sentimientos de culpa, apatía, falta de esperanza y hasta pensamientos de suicidio en los casos más graves.

Surgen también síntomas físicos como cefaleas, úlceras, problemas respiratorios, palpitaciones, sudoración, y disminución de las defensas del organismo.

Los pasos de la elaboración del duelo son:

- Incredulidad. Es la primera reacción ante la noticia de la pérdida, acompañada de aturdimiento. Nos alejamos de la realidad.

- Agresividad. La persona tiene reacciones de descontento y resulta difícil de tratar. Tiene actitudes críticas con quienes le rodean y se pregunta por qué le ha tenido que pasar a él.

- Depresión. Apatía y silencio. Se va haciendo a la idea de que la pérdida es irreversible. Es una resignación triste y silenciosa.

- Aceptación y paz. Asume con tranquilidad la ausencia. Comienza a centrarse y vuelve a sus actividades cotidianas.

El duelo patológico

Si el duelo no se elabora correctamente, pueden surgir síntomas patológicos, relacionados con la necesidad de permanecer unido al ausente. Los indicadores del duelo patológico son los siguientes:

- Sentimientos de culpa.

- Pensamientos de muerte.

- Sentimientos de inutilidad.

- Alucinaciones.

- Sensaciones de padecer la misma enfermedad de la persona difunta.

- Confusión.

- Lentitud psicomotora y deterioro de algunas funciones orgánicas.

Consejos para afrontar el duelo

Es bueno desahogarnos con alguien que pueda entender y compartir nuestro dolor pero no pretendamos que quien nos escucha o nos ayuda comprenda la dimensión de nuestro dolor.

Antes de realizar viajes o cambios de casa, conviene modificar los procesos mentales que llevan a la aceptación de la realidad. Recién estaremos preparados para enfrentar un cambio.

Así como no es aconsejable mantener tal cual estaban todas las pertenencias del fallecido, tampoco hacerlas desaparecer. Lo adecuado es quedarse con los recuerdos más significativos.

Cuando aparezcan los síntomas del duelo patológico, conviene acudir al médico y al psicólogo.

Errores más frecuentes ante la muerte

- Pensar que no debemos conocer los detalles de la muerte ni ver el cadáver. Aunque resulte duro, saber los detalles de la desaparición de la persona amada ayuda a aceptar la realidad de la ausencia. La falta de información puede generar confusión y fantasías irreales.

- La expresión de los sentimientos de rabia o de dolor es necesaria, porque permite que se procese la pérdida y se elabore el duelo, aunque puedan percibirse como manifestaciones exageradas.

- Pensar que cuando la persona muere se pierde su recuerdo. El recuerdo y las vinculaciones emocionales no desaparecen.

- Pensar que para superar el dolor debemos volver inmediatamente a nuestras actividades cotidianas. Conviene que darse un tiempo para reflexionar y para vivir el dolor.

- Considerar que el afecto por el ausente debe expresarse con mucha moderación. Debemos permitirnos expresar libremente las emociones dolorosas.

- Mantener que conviene no hacer partícipes a los niños de estas situaciones. Los niños son tan capaces como los adultos para elaborar los duelos. Deben aprender a superar pérdidas.

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