La anemia ferropénica se caracteriza porque los niveles de hierro orgánico depositados descienden, provocando una reducción en el número de glóbulos rojos. El organismo contiene unos 4 gramos de hierro de los cuales la mayor parte se hallan unidos a una proteína (transferrina) formando así la hemoglobina. Esta es la molécula que transporta el oxígeno desde los pulmones a todas las células. Por lo tanto, el hierro es imprescindible para la formación de la hemoglobina. En el hígado, el bazo y la médula ósea se almacena en forma de ferritina que constituye la reserva de hierro en el organismo.
Cada día, una persona adulta pierde alrededor de 1 miligramo de hierro a través de la piel, mucosas, heces y orina. La mujer fértil tiene mayores pérdidas a través de la menstruación. Durante el embarazo existe un grado de anemia causado por un aumento de la demanda de hierro por parte del feto acompañado de un incremento del volumen de sangre circulante. En los adultos la causa más frecuente suele ser la pérdida crónica de sangre o la disminución en la absorción de este mineral por enfermedades que afecten al duodeno (úlceras, hemorroides, enfermedad inflamatoria intestinal). Los niños presentan a menudo este tipo de anemia durante los periodos de desarrollo y crecimiento rápidos por un aumento de las necesidades de este mineral.
La anemia ferropénica debido a una ingesta inadecuada de hierro se denomina nutricional, siendo la más frecuente. Una alimentación insuficiente o monótona puede favorecer un consumo habitual bajo en hierro.
Los síntomas son similares a otras anemias: cansancio, palidez, debilidad. El comienzo suele ser insidioso. La piel, mucosas y uñas están pálidas por la disminución de la hemoglobina. Si la anemia es de larga evolución puede encontrarse atrofia de las papilas gustativas de la lengua.
El tratamiento principal de la anemia ferropénica es la administración oral de hierro. La aparición de efectos secundarios (náuseas, estreñimiento o diarrea) con los preparados de hierro limita la cantidad administrable. El tratamiento debe mantenerse durante varios meses para reponer las reservas corporales.
El tratamiento dietético es complementario y está orientado a incluir en la alimentación diaria alimentos ricos en hierro de fácil absorción y otros alimentos que por su composición nutricional favorezcan la absorción.
A través de la alimentación, la absorción depende de la forma química en la que se encuentre este mineral en los alimentos. Así, el hierro contenido en los alimentos de origen animal (carne, hígado, pescado y yema de huevo) es hierro hemo y se absorbe mejor que el hierro no hemo aportado por los vegetales (cereales integrales o enriquecidos, legumbres, verduras y hortalizas). Hay nutrientes que favorecen la absorción de hierro alimentario como la vitamina C y las proteínas, entre otros. También existen sustancias presentes en mayor cantidad en ciertos alimentos que interfieren con la absorción de hierro (ácido oxálico, taninos, fitatos), y que deberán tenerse en cuenta a la hora de planificar la dieta.
Alimentos aconsejados
- Leche y lácteos: Leche, yogures y otras leches fermentadas, productos lácteos no excesivamente grasos o dulces (cuajada, petit suisse), quesos.- Carnes, pescado, huevos y derivados: Todo tipo de carnes y pescados, hígado, huevo.
- Cereales, patatas y legumbres.
- Verduras y hortalizas.
- Frutas: Cítricos y otras ricas en vitamina C como frutillas, melón, frutas tropicales (ananá, papaya, guayaba, mango), frutas desecadas (higos, ciruelas y dátiles) y frutos secos.
- Grasas: Aceites de oliva y semillas (girasol, maíz, soja), manteca o margarina vegetal.
- Cereales o legumbres germinadas: Trigo, alfalfa, soja.