Es un trastorno neurológico caracterizado por sensaciones en las piernas y un impulso incontrolable de moverse para poder aliviar las molestias. Las personas que lo sufren hablan de tener la sensación de tener hormigueos, dolor, ardor profundo, tirantez. Uno de los aspectos característicos es que los síntomas se desencadenan en el momento de acostarse y tratar de relajarse. La imperiosa necesidad de moverse o cambiar de posición conlleva dificultad para conciliar y mantener el sueño y provoca agotamiento y fatiga durante el día.
Las actividades diarias, como el trabajo y las relaciones personales, están alteradas debido al cansancio y están irritables. Se presenta en ambos sexos, aunque la incidencia es ligeramente mayor en las mujeres. La mayoría de los pacientes más gravemente afectados son de edad media o mayores y, además, la severidad del trastorno parece aumentar con la edad.
Factor hereditario y la dopamina
Los descendientes que heredan la enfermedad la desarrollarán antes que sus progenitores. Los pacientes tienen familiares que padecen el mismo trastorno por lo que se cree que hay un factor genético.Estudios recientes relacionan un gen en el cromosoma 12 con la susceptibilidad a la enfermedad. Es probable que en un futuro no muy lejano podamos conocer más acerca de la genética de este síndrome.
Se ha producido un avance importante en el conocimiento de las causas del síndrome ya que se considera que la dopamina, un neurotransmisor cerebral, tiene un papel destacado. En los pacientes afectados hay una disminución de la dopamina y de la actividad de los receptores de dicha sustancia en el cerebro.
También algunos medicamentos pueden provocar su aparición: Fármacos para tratar las náuseas, anticonvulsivantes y algunas drogas antipsicóticas se han relacionado con el síndrome. Asimismo, el alcohol, el tabaco y algunos estimulantes como la cafeína, la teína o los derivados del cacao, pueden agravar o provocar los síntomas en personas predispuestas. En estos casos, la supresión de estas sustancias puede mejorar a los pacientes.
Se conoce que las personas con anemia o con niveles bajos de hierro pueden desarrollar el síndrome. Un déficit en la utilización, transporte y almacenamiento del hierro cerebral podría jugar un papel importante ya que hasta el 50% de los pacientes con déficit de hierro padecen el síndrome. Algunas mujeres embarazadas lo sufren, especialmente en el último trimestre.
El tratamiento
En las formas leves, una serie de medidas preventivas junto a hábitos de sueño saludables pueden ser suficientes.Practicar ejercicio de forma regular aunque el ejercicio excesivo, parece agravar los síntomas. Tomar un baño caliente, un masaje suave y aplicar calor o frío local, también resulta útil. Suprimir el alcohol, el tabaco y la cafeína proporciona alivio y en también se pueden recetar hierro y otroas vitaminas o suplementos para mejorar los estados de anemia.Los medicamentos se reservan para los casos más importantes; algunos ansiolíticos como las benzodiacepinas, aunque no reducen los síntomas del síndrome mejoran al paciente ya que ayudan a conciliar el sueño. Los agentes dopaminérgicos, utilizados en la enfermedad de Parkinson, mejoran los síntomas y se consideran como el tratamiento inicial para los casos más severos.