Islas Marquesas

ImageSi estás pensando en disfrutar de unas vacaciones de ensueño, entonces no dudes en visitar las Islas Marquesas. El paraíso en la tierra, según todos sus visitantes.

ImageA 1.500 km de Papeete (capital de la Polinesia francesa), se encuentran las islas Marquesas. Las islas están desprovistas de arrecifes, sus costas son una sucesión de acantilados abruptos. La naturaleza se manifiesta a través de empinadas montañas y valles profundos que se precipitan sobre el mar. Estas islas son el hogar de navegantes solitarios que buscan el aislamiento y sueñan con encontrar el paraíso. Artistas y escritores reconocidos han vivido allí. Melville y Stevenson dejaron impreso con sus plumas su amor por las islas Marquesas, Gauguin las pintó con colores imposibles, y Jacques Brel les susurró al oído.

Las descubrió el explorador español Álvaro de Mendaña en 1595 y las bautizó con este nombre en honor de la Marquesa de Mendoza, esposa del virrey de Perú. Éste financió a Mendaña la expedición para llegar a las islas Salomón con la creencia de encontrar las minas de oro en el océano Pacífico. Aunque el navegante español tan sólo desembarcó en la isla de Tahuata, rebautizó a todas las del archipiélago como Las Marquesas.


Paraíso de sueño

El archipiélago de Las Marquesas lo forman catorce islas de las cuales sólo seis están habitadas y a su vez se dividen en dos grupos: el del norte –Nuku Hiva, Ua Pou y Ua Huka– y el del sur, Hiva Oa, Tahuata y Fatu Hiva.

Cuenta la leyenda que los dioses Oatea y Atanua hicieron brotar las islas del océano para formar la gran casa. Las islas están habitadas desde hace 2.000 años, siendo sus primeros pobladores indígenas de Tonga y Samoa. En 1774 el capitán Cook las redescubrió y a finales del siglo XIX fueron anexionadas a Francia.

Viven en Las Marquesas alrededor de 10.000 personas, la mayoría nativos, aunque la comunidad extranjera va aumentando. La belleza del lugar, su agradable clima y la cordialidad de sus habitantes son buenas razones para vivir allí.

Los habitantes originarios son descendientes de guerreros y bravos navegantes, y también grandes artesanos. Tienen una habilidad increíble para tallar madera y pulir piedra, sus trabajos manuales son muy apreciados en todo el mundo. Pero su principal soporte de identidad cultural es el tatuaje, el adorno corporal preferido de hombres y mujeres desde hace 1.500 años. Según la tradición, la finalidad del dibujo era la atracción sexual, la exaltación de la vida y la aspiración a convertirse en dios.


El buque Aranui

ImageLas Marquesas son unas islas tan aisladas que están fuera de los circuitos turísticos convencionales. El buque Aranui, mitad crucero, mitad carguero, ofrece la posibilidad de descubrir el lado salvaje del paraíso polinesio. El barco tiene restaurante y piscina, pero también desde 1959 es el único medio de contacto marítimo de las islas con la civilización, y transporta todo lo que puede necesitarse. En todos los puertos en que atraca el barco la población se congrega en el muelle para dar la bienvenida al pasaje.

Aranui quiere decir en maorí “camino largo”, y una vez al mes realiza el recorrido desde Tahití hasta Las Marquesas, en dieciséis días. La primera parada, el pequeño atolón de Takapoto, en las islas Tuamotu, es el reino de las perlas negras. Mientras el Aranui realiza las tareas de carga y descarga, los viajeros para nadar un poco. Tras dos días de viaje por los Mares del Sur,la primera visión de Las Marquesas son las colosales montañas de Ua Pou: “Agujas volcánicas similares a los pináculos de pomposas iglesias”, como las describió Robert Louis Stevenson.


Nuku Hiva

Nuku Hiva es la mayor y más importante isla de Las Marquesas, su puerto de entrada es la bahía de Taiohae. Mientras dura el desembarco del Aranui en la capital marquesana, los viajeros salen en botes hasta que entran en la bahía del Controleur. Allí fue donde en 1842 Herman Melville desertó del ballenero en que viajaba y se fue a vivir al cercano pueblo de Taipivai. El escritor nunca sospechó que los refinados habitantes de aquella ciudad fueran caníbales y salió despavorido hacia Tahití.

Nuku Hiva tiene la vista de la bahía de Hatiheu. El interior de la isla esconde el sobrecogedor me’ae (templo) de Kamuihei: un gran calvario de losas basálticas con petroglifos de tortugas, peces y seres humanos; en el centro se yergue el baniano sagrado, árbol ciclópeo que se alimentaba de los humanos arrojados al pozo de los sacrificios.


El cementerio de Atuona

El Aranui llega a la isla de Hiva Oa y atraca en la bahía de las Flechas. Atuona, capital de la isla, cuenta con un cementerio muy visitado, ya que este lugar está unido al destino de dos personajes europeos: el pintor francés Paul Gauguin y el cantante belga Jacques Brel.

El pintor se refugió en esta isla para pintar sus mejores obras. En el cementerio de Atuona están enterrados Gauguin y Brel. Puedes visitar sus tumbas. Y conoce el museo Gauguin y la Maison de Jour, su casa-estudio.


Un pueblo de sacrificios

ImageEn el noreste de Hiva Oa, la aldea de Puamau conserva uno de los tesoros arqueológicos más importantes de toda Polinesia. Oculto en la selva se hallan los restos del me´ae de Oipoma, célebre por sus tikis (representaciones divinas en piedra) gigantes. Allí se practicaban toda clase de sacrificios, incluido el canibalismo. Los rituales de antropofagia eran algo habitual en la cultura polinesia, y no se erradicaron hasta 1890, cuando se propagó el cristianismo.

La isla de Tahuata, descubierta y visitada por la expedición de Álvaro de Mendaña, que la nombró Santa Cristina. En la localidad costera de Vaitahu se celebró la primera misa católica de Polinesia, ordenada por este navegante español.


La bahía de las vírgenes

Siguiendo el circuito del Aranui por Las Marquesas llegamos a Fatu Hiva donde la vegetación tropical surge entre espectaculares precipicios de basalto. Es la isla de los artesanos de tapa, vestimenta tradicional que se elabora a partir de la corteza de árbol. Mientras el sol se esconde en el horizonte, la cubierta del barco se transforma en un improvisado escenario donde tripulantes y viajeros cantan canciones acompañados con el sonido del ukulele.


El noni

El noni, o morinda citrifolia, es un fruto autóctono de Polinesia, muy apreciado por sus beneficios para la salud. Al jugo de este fruto se le atribuyen cualidades como antioxidante, purificador de la sangre y renovador de las células del organismo. En Polinesia es conocido popularmente como antibiótico natural y remedio contra muchos males.

Durante quince años, un equipo de científicos japoneses estudió las propiedades terapéuticas del noni hasta que patentaron la marca. Años más tarde una empresa americana compró la patente y fundó la marca Tahitian Noni. Hoy en día, los agricultores de Las Marquesas han mejorado su economía gracias a los contratos de venta exclusiva del noni. El barco Aranui transporta este fruto desde Las Marquesas hasta Tahití, donde se realiza la extracción del jugo. Éste posteriormente se traslada a la factoría del noni en Utah (EE UU), donde se le añade un 10 % de zumo de uvas y arándanos para contrarrestar su fuerte sabor. Desde el estado americano se distribuye a todo el mundo este revolucionario producto terapéutico.


Los tatuajes

El tatuaje es parte de la identidad cultural polinesia, un rito que se practica desde hace 1.500 años. Suele ser de inspiración geométrica, vegetal o animal, la mayoría de las veces de carácter simbólico y realizado prácticamente sólo en negro; a menudo se siguen utilizando los tikis (detalles religiosos) como motivo principal. Antiguamente sólo los tahua tatau o sacerdotes podían oficiar el arte del tatuaje, y para ello utilizaban tres elementos indisociables: un diente de tiburón bien perfilado para efectuar las incisiones, un cigarro de paka (marihuana) para aliviar el dolor y aceite de aloe para contener la hemorragia. Sin embargo, hoy en día es posible tatuarse en numerosos sitios, amparados por el Ministerio de Sanidad de Polinesia y que utilizan procedimientos modernos y fiables.


La gastronomía

La cocina polinesia es una mezcla de la maorí, francesa y japonesa. Sus ingredientes básicos son, sobre todo, mariscos y pescados. El mar ofrece más de 300 especies distintas, que se pueden comer a la brasa, o con jugo de coco y limón. El plato más afamado de Polinesia es el tamaraa: pescado, pollo, cerdo, tubérculos y verduras; todo ello envuelto en hojas de banana e introducidos bajo tierra entre porosas piedras basálticas; se cocina durante cuatro horas en este horno tahitiano, excavado en el suelo. También encontrarás gran variedad de frutas tropicales como papayas, pomelos, mangos, piñas, sandías y limas.

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