Las pocas posibilidades de movernos en los vuelos largos, las condiciones de la cabina y las condiciones particulares de cada pasajero, aumentan el riesgo de sufrir una trombosis venosa.
El síndrome de la clase turista no está relacionada únicamente con la postura que adoptamos en estos vuelos de muchas horas sino, también, con la presión y el oxígeno de las cabinas de vuelo, las cuales incrementan los mecanismos de coagulación en personas predispuestas a ello. Es decir, que a ello basta con sumarle lo poco que nos movemos en el vuelo y ya tenemos todos los elementos de riesgo.
Investigadores del Departamento de Medicina Vascular del Academic Medical Center, en Amsterdam, sugiere que podría existir una predisposición genética que activaría los mecanismos de coagulación sanguínea en las condiciones propias de los vuelos de larga duración. De acuerdo con el grado de activación de estos mecanismos, el riesgo de formación de trombos o de coágulos en las piernas sería mayor y, como consecuencia, también sería mayor el riesgo de padecer un tromboembolismo pulmonar masivo, causa última de la muerte súbita en los casos más extremos del síndrome de la clase turista.
No fue hasta 1998 que se acuñó la expresión "síndrome de la clase turista" para referirse a los efectos que provoca la inmovilidad sobre el organismo durante un vuelo de larga duración. La popularidad, o el temor, al síndrome se debe al caso de la joven galesa Emma Christoferson, de 28 años, que murió instantes después de que su avión aterrizara en el aeropuerto londinense de Heathrow, en un vuelo procedente de Australia.
La autopsia reveló que había fallecido a causa de un embolismo pulmonar, probablemente consecuencia de las largas horas que había permanecido sentada. Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia por ser el primer caso conocido de una persona joven a quien se atribuía la muerte por el síndrome de la clase turista. Esto ocurrió en 2001.
El síndrome de la clase turista se explica por la formación de trombos en las venas profundas de las piernas y su desplazamiento hasta los pulmones. En condiciones normales, los músculos de las extremidades ejercen un efecto de masaje que facilita que la sangre de las venas fluya con normalidad hacia el corazón.
Durante los viajes, la poca movilidad y el hecho de permanecer sentados durante horas, dificulta el retorno venoso. Si la sangre no fluye con normalidad aparecen piernas entumecidas, tobillos hinchados y riesgo de formación de coágulos. Si el coágulo o trombo obstruye el flujo sanguíneo puede desencadenar una trombosis venosa profunda.
Eventualmente, los coágulos pueden desprenderse y viajar hacia los pulmones, taponando alguna de sus venas y provocando lo que se conoce como tromboembolismo pulmonar. Los síntomas dependen del tamaño del coágulo. Si es pequeño, puede pasar desapercibido o bien manifestarse como dolor en el pecho y dificultad para respirar. Si es mayor, puede provocar un taponamiento de venas en los pulmones, que puede llevar a una muerte súbita.
La inmovilidad prolongada de los largos viajes se considera la principal causa de la trombosis venosa, pero no es la única. Por una parte, las condiciones de escasez de oxígeno (hipoxia) y de baja presión (hipobáricas) a que están sometidos los pasajeros, junto con su inmovilidad, podrían facilitar que se desencadenara la formación de trombos. Las condiciones de presión y oxígeno descritas son equivalentes a las que se dan en alta montaña.
La probabilidad de padecer una trombosis venosa depende de factores externos y propios de cada viaje mientras que otros dependen de cada individuo. En algunos casos, evitar el riesgo es muy sencillo: si vamos a hacer un viaje largo, en clase turista y del lado de la ventanilla, el riesgo es mayor porque tendremos más dificultades para estirar las piernas. Conviene levantarse cuando sea posible y caminar un poco por el pasillo.
Pero cada persona tiene su propio riesgo y es por ello que debemos poner más cuidado y tomar precauciones no sólo en viajes en avión sino también en los viajes largos en auto o autobus. Las personas mayores con problemas circulatoirios están más expuestos a este problema.
Los individuos con mayor riesgo son, en general, personas mayores, individuos que padecen várices y otros problemas circulatorios, fumadores y personas con sobrepeso, mujeres embarazadas y las que toman anticonceptivos, personas que han sufrido alguna trombosis previa o un embolismo pulmonar, individuos que han padecido algún traumatismo reciente en las extremidades inferiores o aquellos que han sido sometidos recientemente a cirugía abdominal o de extremidades inferiores, pacientes con cáncer, enfermedades hematológicas que predisponen a padecer trombosis o con predisposición genética.
El síndrome de la clase turista
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