Poner límites a nuestros hijos

Poner límites a nuestros hijos

Si bien no podemos ser excesivamente autoritarios con nuestros hijos, tampoco debemos caer en la permisividad porque es contraproducente y nos convertiremos en víctimas de pequeños y auténticos tiranos.

Los padres siempre están en la duda sobre cuándo deben castigar o advertir a sus hijos. Cuándo la autoridad se convierte en abuso o cómo guiarlos sin sobrepasarse ni crear tensiones contraproducentes. Preguntas, dudas, miedos a no saber educar a nuestros hijos. Lo mejor será tomar conciencia de lo importante y beneficioso que será para nuestros hijos educarlos, sabiendo el poco bien que les hacemos al protegerlos en exceso, excusarlos o, al contrario, sobrepasarnos con nuestra autoridad o castigo. Las consecuencias de la permisividad total y la sobreprotección pueden ser muy negativas.

Autoritarismo a la libertad sin límites

Los padres que se educaron hace dos o tres décadas atrás, recibieron una educación más estricta y muchos buscan hacer todo lo contrario para superar el autoritarismo. Así es como caen en darle con todos los gustos y caprichos, malcriarlos, no ponerles límites y darles la razón en todo, llegando a maltratar a otros padres y profesores porque no son capaces de asumir los errores de los hijos, de ponerles los límtes a tiempo, aplicando un castigo o reprimiendo las malas acciones enseñándoles las actitudes correctas y la buena educación. Muchos padres creen que castigar o reprimir es sinónimo de golpearlos o maltratarlos física o psicológicamente y nada más equivocado. Con cariño y firmeza se puede educar a los hijos de la mejor manera y conseguir buenos resultados, siendo necesario el buen ejemplo.

Aprender de la frustración y autocontrol

Al educar a nuestros hijos no podemos dejar de lado las normas y la jerarquía. Ellos aprenden de esas reglas y son ellas las que les dan seguridad. Debemos ser inamovibles cuando decimos que no; ellos padecen la furstración y deeb autocontrolarse pero esa frustración y el control de su persona son las herramientas necesarias para convivir y mejorar. Seguramente, harán un "escándalo", una pataleta pero cuando se calman, esperan a nuestra palabra que confirma la orden y le da seuridad, aunque no le guste. Así confían en un criterio sólido y se sentirán protegidos con cariño y firmeza. Aunque no lo parezca, los niños sienten una gran tranquilidad ante la seguirdad de sus padres, una palabra firme es muy importante.

La indiferencia ante sus sentimientos o sus actitudes es lo peor quese puede hacer. Es mejor pasar por la frustración que por la indiferencia de los padres, que son su puerto seguro...

Limitar las conductas, no los sentimientos

Los niños necesitan de la guía de sus padres y mayores y lo fundamental es establecer reglas con las que fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal. Los límites deben orientarse hacia el comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir que no sienta rabia o que no llore, por ejemplo.

Los márgenes deben fijarse sin humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima; por eso, no se debe descalificar co frases como "eres un tonto", "eres malo", sino marcar el problema: "eso que haces o eso que dices está mal". Es conveniente dar razones, pero no excederse en la explicación porque los sermones no sirven de mucho. Los niños responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto firme y sereno, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso.

¡Cuánto cuesta ponerles límites!

Porque...

- No nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos.

- Muy a menudo somos complacientes con nuestros hijos para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar.

- Cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos.

- Los adultos, el padre y la madre, se desautorizan mutuamente y seguimos líneas de actuación claramente contradictorias.

Algunas pautas para padres

- Dedicar tiempo a los hijos. Muchas conductas de los hijos no se controlan simplemente porque su padre y su madre no están disponibles para atenderles.

- El niño tiene que aprender que pasarse de los límites puede provocar consecuencias negativas para él. Esas consecuencias deben ser proporcionadas y, de ser posible, inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente.

- Siempre que sea posible, las reglas y los castigos deben ser pactados entre los padres y los hijos.

- La disciplina sólo la pueden ejercer adecuadamente los padres que sean capaces de combinar el cariño y el control.

- Debemos recordar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos o lo que les hacemos, sino cómo somos. Por lo tanto, la educación implica no sólo revisar nuestras conductas con ellos, sino nuestra forma de ser como personas.

- Es fundamental un buen clima familiar.

- Es normal y natural que los niños "tanteen" a sus padres para comprobar hasta dónde pueden llegar. Es en ese momento cuando más firmes deben mostrarse los padres. Si ceden, luego será muy difícil dar marcha atrás.

- Debemos recordar la necesidad de que los padres sean razonablemente flexibles, según las circunstancias y la edad.

- Los efectos de no poner límites van moldeando a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.

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