La autoestima de los niños

La autoestima de los niños

Ayuda a tus hijos a que se quieran. Es la mejor manera para que crezcan fuertes, felices, seguros de sí mismos y la mejor herramienta para que, en el futuro, sufran menos y puedan desarrollar todas sus capacidades.

Todas las personas tienen que desarrollarse y desenvolverse en un entorno que, a veces, es hostil. Dependiendo de la confianza en uno mismo y de la capacidad para reaccionar ante lo negativo, podremos actuar mejor y sufrir menos. La formación de la autoestima de los niños depende, en gran medida, de la relación que establecen con los adultos importantes en su vida, fundamentalmente sus padres. Ellos serán los vigías de su confianza y los estimuladores de su autorrespeto. Estas dos premisas propiciarán una valoración personal que les llevará a quererse a sí mismos y a quienes les rodean.

La importancia de un entorno adecuado

En la adolescencia, la falta de autoestima se manifiesta como un problema pero también está demostrado que la autoestima se puede recuperar, mimar y potenciar. Para lograrlo hay que crear un entorno de seguridad que se sustenta en tres pilares fundamentales: amor, aceptación y respeto.

- Amarle por quién es, por su existencia y por su derecho a ser querido por encima de todo. - Aceptarle tal cual es, y no en la medida en que acepta nuestros preceptos y responde a nuestras expectativas.

- Respetarle en sus decisiones sobre su vida. Hacerle ver, cuando esas decisiones nos parezcan equivocadas, por qué no se consideran correctas, pero no impedir que intente llevar a cabo lo que considere oportuno. Cometer errores es parte esencial de todo aprendizaje.

Armonía entre los padres

Puede ocurrir que los padres no estén de acuerdo en muchas cosas pero sí será fundamental que estén seguros y coincidan en las decisiones finales para no afectar la seguridad del niño. La importancia no está en la diferencia de opiniones sino en la unanimidad en las decisiones.

Tampoco hay problema en que los padres cambien de opinión ante un hecho o una regla determinada, y en que se lo hagan saber a sus hijos explicándoles el motivo. Esto no supone merma de credibilidad sino que es un ejemplo de flexibilidad y de saber acomodarse a las circunstancias. La rigidez y la inmovilidad les pide aprender la necesidad de cambiar, de ser flexibles ante determinadas situaciones.

El compromiso como padres

Conseguir que los hijos tengan una autoestima alta está relacionada con algunas condiciones:

- Recordar siempre que es otra persona, independiente y distinta de nosotros.

- Ofrecer una seguridad basada en la coherencia. Es fundamental la coincidencia entre lo que se enseña y lo que se hace.

- Hacerle sentirse observado y comprendido.

- Transmitirle que es una persona única e irreemplazable.

- Amarle desde la expresión verbal, comunicándole el gozo que tenemos por su existencia. El tacto es esencial para que pueda sentirse querido. Tocarle, besarle, acariciarle no sólo cuando es bebé, también cuando rechaza, por pudor, esa muestra.

- Aceptarle tal como es porque sólo así aprenderá a aceptarse.

- Respetarle como es.

- Marcarle límites justos, razonables y negociables.

- Ofertarle normas y altas expectativas por lo que respecta a su comportamiento y rendimiento. No una actitud del "todo vale", pero tampoco un "no vales".

- Ofrecerle elogios y críticas dirigidos a su conducta y comportamiento, nunca a su persona. Cuidar el lenguaje que puede ser muy negativo, aunque nos parezca superficial.

- Motivarle a tomar de decisiones, a experimentar, a asumir riesgos, a hacer y a responsabilizarse de los mismos. No privarle de cometer errores. No sobreprotegerle.

Condiciones para potenciar la autoestima infantil

Si el niño o niña experimenta total aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe el valor que se le da a su existencia. No nos gusta la envidia de nuestros hijos e hijas, sus celos, su cerrazón, su aislamiento, su rabieta, su cabezonería, su llorar constante. Seguramente muchas de las características de nuestro hijo no son las que deseamos pero aceptarles es admitir, por mucho que nos cueste, que nuestro hijo es otra persona independiente, diferente de nosotros y muy valiosa.

- Si opera en un contexto de límites definidos y firmes, percibe que nos importa. Esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: no vale la libertad ilimitada, porque la falta de límites significa indiferencia. Cuando los padres escuchan las necesidades y deseos de sus hijos y aceptan negociar las reglas familiares, están ejerciendo autoridad y no autoritarismo. La autoridad escucha, atiende y negocia, pero también sanciona el incumplimiento de las normas, algo absolutamente necesario para que el niño pueda forjar su identidad y establecer su autoestima.

- Si se siente respetado por su dignidad como ser humano, ganará en confianza. A respetarse se aprende y no lo conseguirán si no les enseñamos. Si aceptamos sus decisiones, escuchamos sus deseos, atendemos sus necesidades y negociamos las reglas establecidas en casa, ya lo estaremos haciendo. Respetarles no significa dejar que hagan lo que quieren porque la permisividad es nefasta: destruye el esfuerzo, la disciplina y el autocontrol, y con ello, la confianza en uno mismo. debemos enseñarles y ellos deben aprender, pero serán ellos quienes se sitúen en el mundo. No puede haber autoestima sin el ejercicio de la responsabilidad.

- Si el nivel de autoestima de los padres es alto, probablemente los hijos también la tendrán alta, aunque no siempre es así. Cuanto más se valoren a sí mismos los padres más fácilmente podrán trasmitir a sus hijos la importancia de quererse a sí mismos. Una autoestima bien asentada ayudará a los padres a educar a sus hijos porque ellos son modelos de aprendizaje importantes y necesarios para que el niño aprenda a través de la imitación y pueda así comenzar su propio camino.

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