Un beso, una caricia: El lenguaje del tacto

Muchas veces no nos permitimos ni siquiera un abrazo porque nos frenan los prejuicios sociales. Aprendamos un poco más sobre esta forma de comunicarnos y seremos más libres y seguros.

Los bebés y niños pequeños tienen como forma de comunicación el llanto, la risa, los gestos porque todavía no pueden expresarse verbalmente y necesitan del contacto físico para transmitirnos sus sensaciones y sentimientos. Cuando van creciendo y comienzan a hablar, predomina la comunicación a través del lenguaje oral.

Pero las palabras no debieran sustituir al lenguaje no verbal, porque éste aporta prestaciones que no están al alcance de las palabras. Un gesto nos informa mejor del estado de ánimo de otra persona que cualquier palabra; el tono de voz de una persona deprimida nos llama más la atención que lo que dice; un beso romántico o una mirada sugestiva puede más que muchas palabras...

El lenguaje del tacto

La comunicación táctil, como parte de la comunicación no verbal, es la que menos se prodiga y eso que es una de las más potentes. Tocar y que nos toquen es una necesidad, además de un placer. Nos ayuda a ir construyendo nuestra personalidad, forjar nuestra autoestima y sociabilidad. Y el medio más idóneo para ello es la comunicación, tanto verbal como no verbal.

La mirada, la expresión de nuestro rostro, la sonrisa, los gestos, el volumen, entonación e inflexión de la voz, su velocidad y claridad conforman todo un lenguaje que complementa y enriquece el mensaje oral constituyendo un todo que otorga credibilidad y fiabilidad a nuestras palabras, establecen nuestro grado de coherencia y marcan las relaciones que establecemos con los demás.

Las manos son comunicadoras por excelencia. La necesidad de las personas de mantener el contacto físico a través de las caricias, de los besos, del afecto, de una mano amorosa o cariñosa se constata día a día. Quienes durante su infancia no recibieron caricias de sus padres son más proclives a mostrar dificultades para dar o recibir afecto, a mantener una postura corporal rígida y a las limitaciones para expresar su emotividad, manifiestan una tendencia a evitar el contacto físico con los demás, a verlo como algo inapropiado.

Son percibidas como personas distantes, frías. Estas personas muestran una dificultad mayor para sentirse queridas y aceptadas por lo demás. Esta incapacidad puede traer consigo problemas en el manejo de sus habilidades de comunicación y en la gestión de la agresividad.

El gesto cariñoso, un tabú

El gesto amable de tocarse está sujeto a tabúes y prejuicios que solo sirven para entorpecer la comunicación no verbal. Muchas veces se considera que el tocarse sólo forma parte del ámbito de lo amoroso, lo sexual; o al ámbito familiar, donde las personas pueden ser cariñosas por el vínculo familiar que las une. A los niños sí se puede besar, hacerles cariños y gestos tiernos sin que sea mal visto. Pero incluso en este caso, muchos padres temen que toquen a sus hijos por temor a un abuso.

Hoy en día niños y adolescentes se muestran menos receptivos a los gestos de cariño porque creen que eso es cosa de niños pequeños y, al ver que los mayores apenas si se tocan... El miedo a que se malinterprete el gesto táctil nos conduce a no usarlo entonces, poco a poco, vamos descartándolo de nuestro repertorio de conductas. Por otro lado, las normas sociales marcan el espacio de proximidad que han de mantener las personas y los 'tocamientos' considerados correctos. Todo dependerá de la zona y modo en que se toca y del parentesco o confianza de las personas a las que se toca. Por lo tanto, en cuanto a la comunicación táctil nos movemos no desde esa necesidad comunicativa sino desde pautas impuestas como convenciones sociales.

Sabemos que tenemos que guardar ciertas formas pero debemos asumir que tocar a los demás es parte de nuestra capacidad de amar y mostrar aprecio, cercanía y comprensión hacia los demás, además de ser necesario para nuestra salud física y emocional, para nuestra autoestima porque no sólo deseamos saber que somos queridos, también necesitamos sentirlo, porque ese estímulo sobre nuestra piel significa la ratificación de las palabras.

Tocar y ser tocados es un arte que se aprende con la práctica, que a su vez nos permitirá distinguir el toque tierno y cariñoso del curativo, del consolador, del que nos transmite seguridad o de ese otro de carácter abierta o sugerentemente sexual. Diferenciarlos ayudará a gestionar nuestras reservas y miedos y a pedir o rechazar los contactos, de acuerdo al momento en que nos encontremos. Es un apetito emocional que necesita ser saciado, un deseo que debemos intentar satisfacer siempre respetando al otro.

Aprender a tocar y que nos toquen

- Que los prejuicios no nos venzan. Si el respeto y la medida acompañan a la caricia o abrazo, difícilmente el destinatario se sentirá agredido o confuso. En caso que así fuera, dejemos que nos lo diga, y expliquémosle nuestra conducta.

- Si no entiende nuestro argumento, desistamos; simplemente, nos hemos equivocado.

- La estimulación táctil activa las endorfinas, hormonas naturales del organismo que controlan el dolor y están relacionadas con la sensación de bienestar.

- Un gesto dice más que muchas palabras. Por eso utilizar el tacto puede contribuir a hacer más fiable, efectiva y entrañable nuestra comunicación.

- La mejor manera de expresar afecto, solidaridad, cercanía, cariño, es tocando al otro, haciéndole saber que nuestro cuerpo siente lo mismo que comunicamos con palabras o gestos.

- Tocar y ser tocados es una necesidad fisiológica y emocional cualquiera que sea nuestra edad.

- Acercarse a uno mismo a través de la piel es darse una entidad corpórea con la que poder acercarnos al otro.

Related Articles